En cualquier país europeo, una mentira o exageración de este tipo conllevaría el cese, renuncia forzada y muerte para la política del tramposo. En España se pasa página y tira para adelante.
La política, que debería ser el arte de servir a las gentes, se ha
convertido en el arte de la mentira. El político miente al pueblo, lo
agrede con sus falacias, pero, curiosamente, el pueblo se apasiona ante
la agresión y la mentira y sigue ciegamente al mentiroso que le engaña. En este juego de la mentira que se han
creado los políticos de partido, todos perdemos pues si los políticos
mienten, y sus seguidores hacen de caja de resonancia magnificando sus
mentiras y falacias, también es cierto que el pueblo, el votante raso
también comienza a mentir cuando participa en esta farsa electoral
construyendo sus propias mentiras. Lo que define a la verdad de hecho es que su opuesto, no es el error ni la ilusión ni la opinión, elementos que no se reflejan en la veracidad personal, sino la falsedad deliberada o mentira.
"La mentira política, la falsedad institucional del Estado de partidos, es la madre y el motor originario de todas las corrupciones." Antonio García-Trevijano, Frente a la gran mentira (1996)
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