Programa nº116 de Lágrimas en la lluvia, presentado por Juan Manuel de Prada con el título "Mitos de la transición española" con unos invitados de excepción: Miguel Ayuso, Gabriel Albiac, Dalmacio Negro y ANTONIO GARCIA-TREVIJANO. En el que podremos disfrutar de una más que interesante conversación sobre un tema crucial en la historia reciente de España: la llamada "Transición". Fecha de emisión: 26 de mayo de 2013.
Trevijano feroz por Juan Manuel de Prada
En su despliegue dialéctico, que tenía algo de bisturí y algo de ametralladora, había una gallardía admirable.
Tuve honor de tratar bastante a Antonio García-Trevijano,
a quien convertí en colaborador asiduo de Lágrimas en la lluvia, un
programa de debate cultural que dirigí en Intereconomía Televisión. Trevijano tenía estampa de hidalgo y ferocidad de tigre,
generosidad de príncipe y desplantes de dandy; y, sobre todo, una
inteligencia afilada y brillante como un puñal. Como tenía un gusto
exquisito, piropeaba sin descanso a mi mujer (auténtica alma mater del
programa), mientras los ojos le hacían chiribitas; y, sin solución de
continuidad, se ponía a zurrar a los muchos alfeñiques que había
conocido a lo largo de su fecunda y ajetreada vida (y había conocido a
muchos y de todos los pelajes).
Cuando repartía mandobles me recordaba a don Quijote en aquel episodio del teatrillo de maese Pedro,
donde no dejaba títere con cabeza. Trevijano sabía bien que los maeses
Pedros que vapuleaba merecían una temporada en galeras; pero sabía
también que, por vapulearlos sin piedad, se había ganado una condena al
ostracismo. Desde ese ostracismo, donde vivaqueaban sus jóvenes
discípulos, nunca dejó de lanzar andanadas.
(Sigue)
Tuve honor de tratar bastante a Antonio García-Trevijano,
a quien convertí en colaborador asiduo de Lágrimas en la lluvia, un
programa de debate cultural que dirigí en Intereconomía Televisión. Trevijano tenía estampa de hidalgo y ferocidad de tigre,
generosidad de príncipe y desplantes de dandy; y, sobre todo, una
inteligencia afilada y brillante como un puñal. Como tenía un gusto
exquisito, piropeaba sin descanso a mi mujer (auténtica alma mater del
programa), mientras los ojos le hacían chiribitas; y, sin solución de
continuidad, se ponía a zurrar a los muchos alfeñiques que había
conocido a lo largo de su fecunda y ajetreada vida (y había conocido a
muchos y de todos los pelajes).
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