LIBERTAD CONSTITUYENTE
!YA!


Mientras no exista REPRESENTACIÓN ni SEPARACIÓN DE PODERES, los partidos políticos controlarán la nación española. El Pacto y el consenso es el enemigo número uno de la libertad política.

Porque la libertad no se otorga ni adviene, se conquista. MCRC por la República Constitucional.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Un sistema en crisis (1ª parte)

La primera gran crisis estructural que sacude al capitalismo en el siglo XXI, y compromete su viabilidad como civilización, es el llamado fin de la sociedad del trabajo. Comprender esto exige dar algún rodeo teórico, que se intentará hacer de la forma más sencilla y amena posible.
Carlos Marx, que por cierto dijo cosas muy distintas a las que no ha acostumbrado de la caricatura engelsista de Marx que el leninismo hizo popular, descubrió algunas cuestiones fundamentales que nos sirven para entender este proceso. Una cuestión fundamental es que en el capitalismo hay dos tipos de riqueza que coexisten a ostia limpia. La primera es la riqueza material, que son las cosas del mundo que nos sirven para satisfacer necesidades y deseos. La segunda es el valor, que es tiempo de trabajo abstracto intercambiable, y que tras todo un proceso de traducción, se nos presenta y se nos hace familiar en forma de dinero. La acumulación de este segundo tipo de riqueza es el objetivo central que esta sociedad te impone, y lo otro (la satisfacción de necesidades y deseos), se rebaja a una pura coincidencia del ganar dinero.
Un ejemplo muy gráfico: toneladas de riqueza material en forma de comida se tiran todos los años a la basura en un mundo hambriento porque su traducción en dinero no sale a cuenta en el intercambio general. 
 



Otra cuestión fundamental es que el capitalismo está afectado por una especie de maldición o deformación congénita: la caída tendencial de la tasa de ganancia. Los capitalistas, a medida que invierten, sacan menos beneficios de sus inversiones, lo que conduce a una parálisis de la economía si esta tendencia no se contrarresta con algo que permita ampliar los beneficios. Dicho de un modo algo tonto, durante toda su historia el capitalismo se ha salvado corriendo un poco más rápido que su predisposición natural a derrumbarse. La caída de la tasa de ganancia se produce por una dinámica que aquí voy a enunciar de manera extremadamente simplificada: las mejoras tecnológicas aplicadas a la producción, aguijoneadas por la competencia entre capitalistas, tienden a reducir el peso de la mano de obra en relación con la maquinaria.Pero en el plazo medio, cuando esa nueva norma de productividad se vuelve general, la masa global de trabajo de la que obtener beneficios se ha hecho más pequeña. Y  las ganancias de  todos los capitalistas disminuyen. Por tanto los capitalistas están obligados a volver a ahorrar trabajo con más adelantos tecnológicos, o a aumentar la explotación de los trabajadores o a abrir nuevos mercados para inventar nuevos trabajos, o a sufrir una crisis o una gran guerra que los recicle, o  alguno de los trucos demenciales que les permiten contrapesar estas tendencias. 

Cualquier empresa tiene que nadar o ahogarse en estas normas de productividad anónimas que impone la competencia. Aunque un capitalista tuviera vocación de ser humano, si quisiera tratar de forma justa a sus trabajadores o ser armónico con la naturaleza, se arruinaría. Los jugadores son odiosos, y por eso soñamos, legítimamente, con levantar guillotinas eléctricas en la Puerta del Sol, como dijo Valle Inclán. Pero lo realmente monstruoso del capitalismo no son los jugadores, siempre intercambiables por otros: es el propio juego.


Hemos vivido bajo la ilusión de una época de bonanza y vacas gordas cuando realmente estábamos desmantelando las bases de nuestra riqueza social: la gran apertura del mercado mundial tras la caída de la URSS y la reconversión al capitalismo de China;  el desarrollo compulsivo de nuevos mercados hasta el absurdo: hoy se paga ya por cosas como buscar trabajo o tener una aventura sexual fuera de tu pareja,  y está en los planes incluso cobrar y pagar por los servicios biosféricos que brinda el planeta; el agravamiento de las condiciones de explotación laboral: extensión de la precariedad, contratos basura, trabajo temporal, trabajo obligatorio en las cárceles, el doble juego de la inmigración ilegal, permitida pero perseguida para evitar su organización y forzar a la baja los salarios nacionales; la financiarización y las burbujas: como la economía real ya no es rentable, todas las inversiones se desplazan a la multiplicación financiera de los panes y los peces, que lejos de ser un milagro ha demostrado no ser más que una trampa, que hoy se desploma sobre nosotros en un juego de las sillas perverso, donde hay mucho más dinero inventado que riqueza material sobre la que sentarse cuando se para la música.

Fuente: http://vocesdepradillo.org

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