Hoy ha quedado aprobado en el Congreso el Real Decreto-ley 16/2012 que formaliza el apartheid sanitario
español. A partir de este momento, 160.000 seres humanos vivirán una
vida menos digna y más insegura. Algunos de ellos enfermerán gravemente y
otros morirán como consecuencia de una norma que impide su acceso pleno
a la sanidad pública o lo deja en manos de la beneficencia. El conjunto
de nuestra sociedad se hace más triste y se envilece.
La única "buena noticia" de esta mañana es que el Partido Popular se ha
quedado solo en la votación. Ningún otro grupo político se ha hecho
cómplice de esta medida miserable. Y tenemos la certeza de que tampoco
cuenta con el respaldo de una parte de los ciudadanos y ciudadanas que
apoyaron al PP durante las pasadas elecciones (además de algunos
diputados/as populares en activo; eso también lo sabemos). Durante las
últimas semanas y a través de diferentes campañas, la sociedad española
ha demostrado tener una catadura bastante más digna que la de algunos de
sus representantes. Es de esperar que los profesionales de la salud y
el resto de ciudadanos desarrollen a partir de ahora una objeción de
conciencia activa a una norma injusta.
Hace casi cincuenta años, Martin Luther King Jr. escribió su famosa Carta desde la prisión de Birmingham,
un clásico de la literatura contemporánea y un aldabonazo a la
conciencia de sus lectores. Allí decía el líder del movimiento de los
derechos civiles: “Una ley injusta es una norma por la que un grupo
numéricamente superior o más fuerte obliga a obedecer a una minoría pero
sin que rija para él. Esto equivale a la legalización de la
diferencia”.
He recordado este texto ahora que la votación en el Congreso de los
Diputados del Real Decreto-Ley 26/2012 que, pretendiendo garantizar la
sostenibilidad del sistema nacional de salud, introduce una serie de
medidas que legalizan la diferencia, consagran la discriminación y
fomentan la fractura social. Al menos 160.000 personas quedarán fuera de
la atención sanitaria normalizada, por el mero hecho de ser migrantes
en situación irregular (no son “turistas sanitarios”, sino “residentes
de facto”). Además de violar un derecho básico y universal como es el de
la salud, además de introducir serios problemas de salud pública,
además de ser ineficiente desde el punto de vista económico, la medida
presenta graves dificultades desde la perspectiva ética.
Fuente: 3500 millones
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