LIBERTAD CONSTITUYENTE
!YA!


Mientras no exista REPRESENTACIÓN ni SEPARACIÓN DE PODERES, los partidos políticos controlarán la nación española. El Pacto y el consenso es el enemigo número uno de la libertad política.

Porque la libertad no se otorga ni adviene, se conquista. MCRC por la República Constitucional.


lunes, 8 de abril de 2019

La soberanía como concepto político



El Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC) en la provincia de Murcia organizó el pasado 15 de marzo en el centro cultural Las Claras, la conferencia del profesor de la universidad de Murcia, Domingo González Hernández, para tratar el tema de la soberanía como concepto político.
El título de la ponencia fue "LA SOBERANÍA. ¿ALMA O RUPTURA DE LA TRADICIÓN POLÍTICA EUROPEA?", en esta conferencia el profesor González trata conceptos como las raíces históricas y políticas de la soberanía, servidumbre voluntaria, deseo mimético, farmacología, cratología, utopía...etc. y cita a númerosos intelectuales del pensamiento político en el desarrollo de su ponencia, como Schmitt, Freund, Negro, Girard, etc.

 La desafección a la política                      
Así pues, ¿representan los partidos la soberanía del pueblo,
un concepto histórico? La respuesta es: no. Ante todo,
porque la soberanía de Bodino es, como se mencionó antes,
un concepto teológico importado a la política. La tradición,
que es la esencia de la historia, es lo que da forma al pueblo,
y, al despreciarla, los partidos futuristas, que son hoy prácticamente
todos –igual que los eternos demagogos, que prometen
cosas por lo menos dudosas– no representan
prácticamente a nadie. Es completamente lógica y natural la
desafección a la política que observa Ortí Bordás, puesto
que la monopolizan absolutamente los partidos. En el
mejor caso, representan a sus partidarios, amigos como los
del crony Capitalism (capitalismo de amiguetes), numerosos
clientes que viven de ellos, y, todos juntos a quienes les votan
por cualquier motivo, pero no al pueblo. La partidolatría es
sólo una incoherencia, en cierto modo normal, en este
panorama. El pueblo sigue votando, porque piensa por costumbre
que es una obligación de conciencia –cada vez
menos, incluso respecto al partido con el que sienta identificado
ideológicamente, pero del que desconfía–, o por
temor, para oponerse a partidos políticos que considera más
nocivos que al que elige a falta de otra alternativa más fiable.          
  Dalmacio Negro

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