Resulta incomprensible que no se juzgue a quienes han organizado en la banca española un cristo de
mil demonios que afecta a todo el Estado. Eso sí que no es ninguna
broma. Pero la justicia y la política españolas son un chiste y por eso a los gestores de Bankia no les van a llevar ni al confesionario.
No van a pasar por el pleno del Congreso para dar explicaciones. Ni
mucho menos irán al “bankillo”. En la justicia española ya sabemos que si uno tiene los amigos adecuados ni te investigan como
bien sabe el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, que ha
hecho viajes de lujo a Puerto Banús por valor de 6.000 euros con cargo
al Estado y no tendrá que dar explicación alguna. Por eso que le llaman
Poder Judicial: porque tienen poder sobre la Justicia para evitar que se les juzgue.
El poder político también lo tiene sobre la política para evitar que sus amigos respondan ante los ciudadanos. Por eso el gobierno ha evitado que los gestores de Bankia comparezcan para explicar su desastrosa gestión.
No es el momento de buscar responsabilidades porque hacerlo podría
afectar gravemente a los mercados, dice el gobierno. A los mercados lo
que les afecta gravemente es que los gestores de Bankia hayan provocado
un agujero de 19.000 millones de euros: la entidad se ha desplomado un
26% en Bolsa y la prima de riesgo se ha disparado por encima de los 500
puntos. En total, con el rescate anterior le vamos a dar 23.000 millones
de euros a este conglomerado bancario. Con razón dice su nuevo
presidente, Goirigoizarri, que él no está en Bankia para depurar
responsabilidades. Está para depurarnos a nosotros y dejarnos limpios.
No sólo su banco. El gobierno les dará otros 30.000 millones a otros
tres, según publican hoy algunos medios. Eso sí que son agujeros y no
los de los clavos de Cristo. A nosotros sí que nos la están clavando
pero bien.
Para digerir esta indigestión de cifras, propongo cocinar a los mercados, a riesgo de ser juzgado por blasfemia contra el dios que gobierna nuestras vidas. Ésta es la receta:
Se necesita un mercado fresco. Cuanto más fresco y más caradura mejor te sale el guiso. Se coloca el mercado en una sartén para tenerla por el mango y bien alejada porque
como la acerques, te puede saltar al cuello y dejarte en los huesos más
rápido que aceite hirviendo. Se le colocan alrededor unos cuantos
tecnócratas europeos a modo de guarnición en posiciones relevantes del
plato para que le den consistencia. Se le añade un puñado de políticos
de todos los sabores a los que se sazona con seis o siete cifras de
sueldo. Finalmente, se le hace un agujero de varios millones de euros
para rellenarlo y se introduce a todos los ciudadanos dentro y todo lo
que tengas a mano: la sanidad, la escuela, las pensiones, los derechos
laborales, los medios de comunicación, todo. Se cuece al baño mariano
durante un par de consejos de ministros. Y listo para que te coma.
Fuente: carne cruda
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