¿Qué factores de son los que realmente contribuyen a nuestro
bienestar y felicidad? Son, indiscutiblemente, elementos más
relacionados con nuestras necesidades reales y profundas y con nuestra
realización que el interés propio, que el propio Mark Twain señalaba que
es algo que acaba siendo malo para uno mismo (de una forma holística).
Sin embargo incentivos basados en factores como el prestigio o el bien
común tienen un largo camino para ser aceptados masivamente, se podría
decir que nuestra crisis es una de consciencia: al final todo es una
cuestión de autoconciencia y de empatía, y, ligado a ello, de capacidad
de conectar con tus verdaderas necesidades y con las de los demás, las
materiales nunca lo son, son realmente una droga que en poco tiempo te
deja tan vacío como antes. Cabría señalar que en esta cuestión el condicionamiento cultural es
clave, incide mucho sobre nuestra percepción de lo que realmente
necesitamos, pero es incuestionable que la crisis de consciencia y la
desconexión con nuestro ser y con el universo es real –falta de
inteligencia espiritual- y sólo en la medida en que se eleve ese nivel
de consciencia emergerá un sistema económico con otro paradigma
microeconómico que sea sentido como el adecuado y que, agregadamente,
garantice nuestra felicidad. Ciertamente el sistema actual no ha sabido
gestionar la codicia humana, ponerle freno, reconducirla, saberla
canalizar de una forma inteligente, pero el problema no es de sistema
económico, es de consciencia como especie.
Mientras prime lo materialista sobre el asombro o la sabiduría, la
economía no puede evolucionar realmente. Cabe esperar que los valores
postmaterialistas –término acuñado por Ronald Inglehart- tales como
autorrealización, unión o participación sigan ganando peso en la
sociedad, si bien la actual crisis, con el pánico y schock/parálisis que
genera en las personas, pueda suponer un retroceso en esta necesaria
evolución en la consciencia colectiva, es una gran prueba para todos en
ese sentido.
¿Cómo debemos denominar a las utopías viables y urgentemente necesarias?
Las utopías nos anticipan y abren caminos a las transformaciones, es el
principio de todo progreso. Probablemente es razonable afirmar que
cualquier avance y humanización en la economía que rige nuestras vidas
no debería calificarse jamás como utopía, más bien habría que decir que
el mundo y el sistema actual es una distopía, la antitesis de lo posible
y deseable en mil aspectos, un fracaso catastrófico. G. García Márquez
afirmaba creer que todavía no es demasiado tarde para construir una
utopía que nos permita compartir la tierra. Nunca lo debe ser. La
economía debe proporcionar lo necesario a todo el mundo, eso no debe ser
negociable y la economía de mercado, crecientemente, no lo hace ¿Qué
cabe hacer ? ¿Cómo contribuir en esta transición? Nadie puede responder
con total seguridad a esta pregunta. El camino podría ser seguir
trabajando proactivamente por un cambio, certificando cada día nuestra
insatisfacción con el sistema actual, siempre desde la serenidad,
contribuyendo desde cada ámbito a elevar el nivel de consciencia en uno
mismo y en los demás. Se llega sintiendo que nuestras necesidades reales
–más allá de nuestros deseos y delirios- no son una exigencia
caprichosa, han de ser la base de todo sistema económico.
Fuente: revistanamaste
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