
Mientras prime lo materialista sobre el asombro o la sabiduría, la economía no puede evolucionar realmente. Cabe esperar que los valores postmaterialistas –término acuñado por Ronald Inglehart- tales como autorrealización, unión o participación sigan ganando peso en la sociedad, si bien la actual crisis, con el pánico y schock/parálisis que genera en las personas, pueda suponer un retroceso en esta necesaria evolución en la consciencia colectiva, es una gran prueba para todos en ese sentido.
¿Cómo debemos denominar a las utopías viables y urgentemente necesarias? Las utopías nos anticipan y abren caminos a las transformaciones, es el principio de todo progreso. Probablemente es razonable afirmar que cualquier avance y humanización en la economía que rige nuestras vidas no debería calificarse jamás como utopía, más bien habría que decir que el mundo y el sistema actual es una distopía, la antitesis de lo posible y deseable en mil aspectos, un fracaso catastrófico. G. García Márquez afirmaba creer que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra. Nunca lo debe ser. La economía debe proporcionar lo necesario a todo el mundo, eso no debe ser negociable y la economía de mercado, crecientemente, no lo hace ¿Qué cabe hacer ? ¿Cómo contribuir en esta transición? Nadie puede responder con total seguridad a esta pregunta. El camino podría ser seguir trabajando proactivamente por un cambio, certificando cada día nuestra insatisfacción con el sistema actual, siempre desde la serenidad, contribuyendo desde cada ámbito a elevar el nivel de consciencia en uno mismo y en los demás. Se llega sintiendo que nuestras necesidades reales –más allá de nuestros deseos y delirios- no son una exigencia caprichosa, han de ser la base de todo sistema económico.
Fuente: revistanamaste
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