Ante un desastre en la mar y según establecerían las leyes de
salvamento marítimo, son las mujeres y los niños quienes tienen
preferencia. El naufragio actual del Titanic financiero global invierte
perversamente estas reglas. Se instalan cómodamente en lujosos botes
salvavidas los banqueros y las élites económicas, mientras se echa al
agua a la gran mayoría de la población y en particular a las personas
más débiles y desprotegidas.
Vie ndo más allá del naufragio
financiero, estamos atravesando una crisis sistémica multidimensional
(ecológica, sociocultural y económica) que posiblemente marque el fin
del sistema capitalista tal y como lo hemos conocido en los últimos tres
siglos. Dicha crisis ha sido provocada por un sistema económico de
crecimiento ilimitado alimentado por la ilusión de que era posible
crecer de manera infinita en un planeta finito. En las últimas décadas,
la prevalencia de las finanzas ha agravado el proceso. Así, los activos
financieros, un eufemismo para llamar a deudas futuras, han crecido de
manera exponencial hasta superar en 20 veces el volumen de la economía
productiva real. Esta colosal burbuja financiera nunca se podrá
materializar. Esas deudas acumuladas no se podrán pagar. No habrá un
futuro en el que la economía real se multiplique por 20 para respaldar
los espejismos de las finanzas. Más bien todo lo contrario. El escenario
de crisis ecológica y escasez de recursos nos obligará a adaptarnos a
realidades económicas radicalmente más reducidas y modestas. Las
sociedades humanas futuras deberán volver a situarse por debajo de las
capacidades máximas de carga de la biosfera que el capitalismo ha
vulnerado comprometiendo el futuro de la humanidad y del planeta.
Ciegas ante esta realidad, las élites económicas y políticas siguen
poniendo en el centro del sistema global al sector financiero y sus
alucinaciones. Un ejemplo más de ello es lo que se ha llamado la crisis
de la deuda soberana que están atravesando diversos países europeos. En
el caso español, todavía en el año 2007 la deuda pública suponía
aproximadamente un tercio del PIB y los intereses sobre la misma se
mantenían relativamente bajos. Hasta que especular sobre la misma se
convirtió en un mecanismo tremendamente eficaz de transferencia de
recursos públicos hacia los bancos y el sector financiero. Así, en lugar
de financiar directamente a los estados a través del Banco Central
Europeo (BCE), damos dinero público a bancos privados (españoles,
alemanes, franceses, etc.) a través del BCE a menos de un 1% de interés
para que nos lo vuelvan a prestar mediante la adquisición de títulos de
deuda pública española a un 6% de interés o más. Una estafa redonda que
ha permitido trasvasar inmensas riquezas públicas hacia el sector
financiero disparando la deuda pública (que en 2013 ya representará el
90% del PIB) bajo el peso de intereses usureros e insostenibles.
La
deuda pública se ha convertido de esta manera en un excelente bote
salvavidas para los bancos españoles y extranjeros que crearon la
tormenta financiera ganando colosales sumas de dinero a costa de generar
una burbuja inmobiliaria que ha puesto en riesgo al conjunto de la
economía española. Mientras acumulaban capital, la regla era no
intervenir y dejar que la mano invisible del mercado actuara sin frenos.
En cuanto ha explotado la burbuja y los bancos se han encontrado con un
sinfín de activos inflados y sin valor, el sector público ha
intervenido masivamente para salvarles y aportarles liquidez. Una única
entidad bancaria (Bankia) ha recibido ayudas por un importe (33.000
millones de euros) que triplica los recortes anunciados en educación y
salud. Más allá de las ayudas directas, invertir dinero público cedido
por el BCE prácticamente gratis en deuda pública a intereses elevados es
otro de los principales mecanismos que permiten a los bancos sanear sus
cuentas. Sigue...
Fuente: Artículo "Los banqueros primero" por Giorgio Mosangini
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