Pero ese planteamiento socialdemócrata implantado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial se ha visto truncado y alterado por una economía especulativa que marchaba de forma paralela al estado social y que se iba incrementando como una bola de nieve. Este estado social que marchaba con sus deficiencias e imperfecciones, más agravadas en España debido al déficit de gasto público en comparación con la UE-15, a mantenido a las masas trabajadoras dóciles y pacíficas ignorantes ante lo que se avecinaba, mientras los gobiernos de derechas y de izquierdas iban privatizando empresas públicas- las más rentables, que son las más jugosas para el negocio privado-, y despedazándolas a trozos, privatizando la parte más rentable y quedándose el estado con el deficitario.

Esa violencia capitalista que despojaba de sus empresa públicas al Estado, las cuales generaban grandes ingresos que podían repercutir y mejorar los servicios públicos prestados a los ciudadanos fueron saqueados y la ciudadania traicionada.
De la mano de la "revolución conservadora neoliberal" de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, la cosa se puso peor para la clase trabajadora que sufrió despidos y bajadas de salario, a la vez que políticas de altos tipos de interés- que beneficiaban a los poseedores de dinero (capital financiero) en retrimento del capital del trabajo-, lo que provocó que la gente trabajadora pagara más intereses por sus préstamos, a la vez que tuviera que pedir más préstamos para compensar su reducido salario.
Esa violencia político-económica en contra de la clase trabajadora y a favor del conglomerado transnacional y del poder financiero de la banca internacional campa a sus anchas en la economía globalizada.
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