Cinco razones por las que nos debería impotar lo que está sucediendo en Siria, por David Perejil
1. Por las dimensiones de la catástrofe humanitaria
que está padeciendo la población siria. Algunos datos. Según el Comité
Nacional para el Cambio Democrático en Siria, en estos 20 meses de
conflicto, han muerto más de 40.000 personas, cerca de 200.000 están
heridas y 30.000 están desaparecidas. La oposición siria a Bashar
al-Assad cifra que cerca de 29.500 de las 32.000 víctimas que
contabilizaba el pasado mes de septiembre eran civiles. Según, la Media
Luna Roja ya hay cerca de 500.000 refugiados en Turquía y Jordania, así
como dos millones desplazados dentro de la propia Siria, sobre una
población total de 19 millones en el país. Todo ello sin tener en cuenta
las detenciones, la falta de productos tan básicos como el pan o el
combustible para calefacciones en muchos hogares o los destrozos en la
vida cotidiana. Hay varias ciudades con barrios enteros arrasados.
Sucedió en Homs hace un año. Sucede ahora en Alepo. Puede suceder en
Damasco.
2. Por razones democráticas y de justicia.
Pese a que no hay ningún país en la zona con las mismas
características, la mayoría de los países árabes vivieron una
extraordinaria explosión de ansias democráticas contra sus dictaduras
hace un año con las revueltas árabes en países como Túnez, Egipto,
Libia, Yemen, Bahrein, Irak, Palestina, Marruecos, Argelia y la misma
Siria. En una de las zonas más controladas del mundo, Oriente Medio y,
en general, el mundo árabo-musulmán, con el mayor número de intereses
interviniendo a costa de la vida de sus habitantes, muchas personas
lograron vencer el miedo a unas dictaduras represivas y sanguinarias y
exigir también oportunidades económicas en unos países con graves
desigualdades y corrupción. Por desgracia, la sorpresa de ese ímpetu
inicial, que recogió años y años de conflictos sociales, fue
interrumpida por la multitud de agentes, estados, organizaciones y
empresas interesadas en la zona. El inicio de la revuelta en Siria fue
un grito democrático más. Contra la dictadura de al-Assad, el expolio
económico y la represión de unos cuerpos de seguridad especialmente
sangrientos. Y por desgracia, el conflicto se ha enconado y agravado con
el paso del tiempo y empeora día a día. Tras meses de manifestaciones
pacíficas duramente reprimidas con detenciones y muertes, actualmente
estamos ante un conflicto armado entre los partidarios de al-Assad y la
coalición de fuerzas en su contra, que se desarrolla con la población
civil como rehén y víctima de matanzas. En los últimos meses, varios
grupos yihadistas han aparecido sobre el terreno lo que, visto el
ejemplo de Irak después del derrocamiento de Saddam Hussein, puede
suponer un auténtico desastre para el futuro inmediato de Siria. Están
contra el régimen pero es muy dudoso que suscriban las demandas
iniciales de libertades. Con el país arrasado, da la impresión de cuanto
más se estire la guerra, más sufrimiento y problemas para el presente y
futuro traerá.
3. Por razones políticas.
O de geopolítica, si se prefiere. Efectivamente, Siria es una pieza
clave en el complicado tablero de Oriente Medio. Un país con escasos
recursos energéticos pero conexiones con Turquía, Irak, Líbano,
Palestina, Israel, las poblaciones kurdas y cristianas de la zona… cuya
situación puede influir, e influye, en todos ellos. Es más. Muchos de
ellos están llevando a cabo una especie de “guerra interpuesta” a
través del conflicto sirio: de una parte, el bloque liderado por Irán,
el grupo libanés Hezbollah, Venezuela y Rusia. De otra, el dirigido por
Turquía, Catar, Arabia Saudí, varios grupos religiosos integristas
promovidos o con origen en estos y otros países, más Israel y Estados
Unidos. No me extiendo mucho más, porque es un asunto muy analizado. Lo
que allí suceda puede alterar toda la región.
4. Por solidaridad.
Porque no se debe abandonar a su suerte, ahora desgracia, a millones de
sirios por las alianzas políticas en la zona, una supuesta estabilidad
que castiga a la gran mayoría de la población o un cambio de régimen que
sustituya un tipo de dictadura por otra. Por desgracia, esto suena
mucho a lo sucedido en otros países en los que las poblaciones han
pagado caras los intereses de otros países y grupos en su zona. Sin ir
muy lejos, la invasión estadounidense de Irak en 2003 o la represión de
la dictadura iraní a su propia población tras las elecciones de 2010. O
yendo mucho más lejos, dejar a su suerte un país entero como el
nuestro, España en 1936, con un golpe de estado y una guerra civil muy
cruenta para no contrariar el equilibrio de una Europa que acabaría
llevando a cabo la guerra más sanguinaria de toda la historia.
5. Y porque supone un nuevo paso atrás en la creación de un régimen internacional regido por un derecho internacional justo,
incapaz de moverse al margen de las interesadas intervenciones
militares de los estados, como la realizada el año pasado en Libia,
hecha no para proteger a la población sino para recoger beneficios. O
del desinterés ante conflictos “poco rentables” en los que las
poblaciones pagan el vivir atrapadas en la “no injerencia oficial” de
otros estados. Lo que en la práctica supone, la indefensión ante
tiranías. Por desgracia, ese tímido, pero gran, avance que han supuesto
las convenciones humanitarias y el derecho internacional cada vez están
más lejos de la realidad. Estamos perdiendo el aliento humano de las
convenciones de Ginebra, contra la tortura, el trato de los civiles en
la guerra… Eso que resume, con angustia, el escritor libanés Elias Khoury; “¡sirios, estáis solos!”.
"El hombre tiene que establecer un final para la guerra, sino la guerra establecerá un final para la humanidad" J.K. Kennedy
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