La consejera de Fomento, Elena Cortés, apadrinó una de las dos leyes
estrella del primer año de vida del Gobierno de izquierda andaluz: la
que antepone el derecho del ciudadano al del banquero. La que permite
expropiar el uso de una vivienda durante tres años, si el banco intenta
desahuciar a una familia en peligro inminente de exclusión social.
Hay que tener mal corazón para ir en contra de una medida así. Por
eso el PP andaluz dudó. Por eso se abstuvo en el Parlamento cuando el
decreto quedó aprobado. Sin ningún voto en contra.
Pero, en realidad, a la derecha española no le gusta la medida. No le
gusta que alguien se salga del carril y mire hacia abajo, hacia los
desfavorecidos, los marginados, los excluidos, los parados, los
hambrientos, antes que hacia arriba, a las poltronas ocupadas por
banqueros que cobran jubilaciones multimillonarias.
Dos años después del 15-M, el país vive un sarpullido de reivindicación
democrática. Las calles se llenan de miles de ciudadanos cabreados: por
los recortes en sanidad, en educación, en los salarios, en sus derechos
laborales y porque los bancos, insaciables, les roban sus ahorros con
las preferentes y los sacan de sus viviendas cuando no pueden pagar la
hipoteca. Como fueron arrojadas 32.490 familias el pasado año. De ellas,
2.405, a la fuerza (datos del Banco de España).
El PP no podía ponerse frente a esa marea que amenaza con
arrollarlos. Y desvió el tiro: inició una campaña, con el habitual
concurso de la prensa palmera, acusando a los escracheadores de nazis y
etarras.
Pero por ahí también hizo agua: el presidente del Tribunal Supremo,
Gonzalo Moliner, defendió la legalidad de los escraches pacíficos. Un
juez de Madrid sentenció que el escrache ante la vivienda de la
vicepresidenta Sáenz de Santamaría no atentaba contra la seguridad de su
familia, sino que era un ejercicio legítimo del derecho de
manifestación.
¿Qué hicieron entonces? Se sacaron de la manga un as tramposo: una
supuesta carta de la Unión Europea cuestionando la ley andaluza. En ella
se afirmaría que podría dañar la estabilidad financiera. Nada menos.
Pero como antes se coge a un mentiroso que a un cojo, la patraña
urdida por el Ministerio de Economía, y divulgada por la agencia Efe,
quedó al descubierto. Un portavoz de la UE desmintió la existencia de la
carta. Es más, añadió que ellos no pueden cuestionar la legalidad de la
medida tomada por la Junta y que, en principio, no hay sospechas de que
ésta infrinja normas comunitarias.
Después han intentado colar que los hombres de negro de la troika
vienen el lunes para husmear en el decreto andaluz. Falso. La verdad es
que, de forma rutinaria, la UE envió un e-mail pidiendo información
sobre ese decreto, como hacen con todas las medidas que se toman en este
país que afectan al sistema bancario, que, recuérdese, está rescatado y
bajo estrecha vigilancia de Bruselas. Y la visita del lunes forma parte
de esa rutina.
Al Gobierno central y al PP se les ha visto otra vez el plumero.
Quieren usar a la UE como excusa para cargarse el decreto que detestan. Y
si por un casual esos hombres de negro picaran el anzuelo, habría que
convenir con el presidente Griñán que esa Europa “no merece la pena”.
Porque una Europa que salva bancos y no ciudadanos, que tan “sumisa
se muestra ante los mercados financieros”, en efecto, no merece la pena.
Merece un escrache en toda regla. Organizado por la consejera Cortés.
Fuente: Artículo de Román Orozco, "Un escrache a Bruselas"
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