

Y como también somos muy aficionados a las cruzadas regeneracionistas y a los heroicos salvapatrias, no nos faltan estos días postulantes de toda condición. Véanse las propuestas de la señora Aguirre, que pretende que nos hagamos todos una lobotomía exprés y la consideremos solo en su reinventada faceta de talentosa cazatalentos.
Está la señora Rosa Díez, que se presenta como alternativa necesaria, y cuya demagogia derechona tiene tanto de alternativa y de necesaria como los discursos de José Antonio Primo de Rivera. Y tenemos también a Beatriz Talegón, la nueva chica yé-yé del PSOE, que entre pucheros denuncia que la policía acabe escoltándola en una manifestación ciudadana. Se queja la pobre de que ella era muy pequeña cuando lo del GAL, pero no recuerda que ya ejercía cargos en un partido del que sigue teniendo carné cuando hace cinco años su compañera de filas, la entonces Ministra de Vivienda, Carme Chacón, anunciaba que en Madrid se abrían los primeros seis juzgados destinados a agilizar desahucios.
Y mientras, Draghi nos exige sacrificios –que él llama económicos y nosotros humanos–, Rajoy nos pide confianza ciega y la Iglesia nos recomienda lo de siempre: fe y resignación.

No es de extrañar que la falta evidente de alternativas políticas a la corrupción organizada de nuestro sistema de partidos, lleve a algunos ciudadanos a practicar el activismo de café y concluir que esto no tiene solución. Aunque habría que recordarles que ni las primeras sufragistas, ni los negros que lucharon por sus derechos en la Norteamérica segregacionista o en la Sudáfrica del apartheid, ni los comunistas y socialistas que se dejaron la vida en las comisarías de Franco para que después viniera la democracia que pudimos disfrutar y ahora padecemos en su forma más pervertida, tampoco se encontraron en su día una realidad que precisamente les ofreciera alternativas o soluciones evidentes y fáciles por las que luchar. Pero lucharon.
Tras el 23 de febrero del 81 pudimos celebrar que la España más negra no lograra asfixiar nuestra entonces naciente democracia. Es triste pensar que treinta y dos años después tengamos que salir de nuevo a defenderla. Tan triste como necesario. Por eso algunos ciudadanos, que están llegando al Parlamento con sus voces y sus iniciativas, que están evitando que se saque a la gente de sus casas, que están poniendo en peligro sus puestos de trabajo y perdiendo sus ojos con sus denuncias, organizan este 23 de febrero próximo una acción de protesta masiva, la Marea Ciudadana, para que las calles se inunden con las voces de tod@s.
Se nos están acabando las excusas y nos van sobrando las razones. Piénsalo antes de no sumar tu gota, porque después no podrás quejarte de que llueve sobre mojado.
Fuente: una ciudadan@ indignada
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