Durante varias semanas el "Plan Prepara"
ha parecido estar suspendido en un extraño limbo, penduleando en el
vértice de la desaparición. Ha transcurrido un mes entre el "que si sí" y "el que si no".
Durante ese tiempo, un tsunami de noticias contradictorias puso el alma
en un vilo a miles de personas que tenían como único recurso vital los
400 euros mensuales que ofrecía esta prestación. Sean cuales fueren las
intenciones que se ocultaban tras las especulaciones en torno a la
decisión del Ejecutivo sobre esa exigua subvención todo induce a
dudar sobre inocencia de la conjetura.
Un gobierno, por muy depravado que sea
- y al que tenemos no le faltan créditos para ganarse a pulso ese
calificativo - no puede mantener en la duda hamletiana a cientos de miles de personas, sobre un tema tan crucial, si no existe un propósito previo. ¿A qué obedeció, pues, la "duda danesa" de Mariano Rajoy sobre la continuidad de esa prestación social?
A nuestro juicio, el objetivo clave de este gabinete de
ultraconservadores, curtido en los principios de la vieja escuela, ha
sido generar terror sobre el conjunto del mercado laboral. Crear a
través de la incertidumbre un clima de shock que impactara tanto a
los que tienen un puesto de trabajo como a aquellos otros que engrosan
las filas del paro. Y como no se trata de creer en afirmaciones no
fundamentadas, merecería la pena que el lector nos siguiera en las
siguientes reflexiones.
Hoy parece obvio -incluso para los más
incrédulos - que las últimas reformas laborales no estaban destinadas a
crear puestos de trabajo ,como reiteradamente proclamaron en su día los
voceros de la patronal, la socialdemocracia y el ultraconservadurismo.
La finalidad era justamente la contraria: la destrucción masiva de mano
de obra. En realidad, lo que se pretendía con esas reformas era ir
creando las condiciones adecuadas en el mercado de trabajo para diponer
de una sobreoferta de mano de obra a bajo precio. El mercado laboral está sujeto a las
implacables leyes de la oferta y la demanda: a más oferta de mano de
obra, el patrón contará con mayores posibilidades de ofrecer salarios
bajos.
Sin embargo, para que una reforma de esta envergadura pudiera cumplir con su finalidad resultaba imprescindible acabar con el "colchón"
de las prestaciones sociales que tanto el empresariado como los
gobiernos anteriores, muy a pesar suyo, se habían visto obligados a
aceptar por múltiples factores cuya exposición excedería el marco del
presente artículo.
Los epígonos del sistema - economistas, profesores universitarios afectos a la Escuela de Chicago, comentaristas políticos y económicos - ya lo habían advertido en sus declaraciones y artículos. Hay que “profundizar” en
las reformas, poner a los asariados en un brete tal que los empuje a
vender su fuerza de trabajo a un precio que nos permita crear
excedentes, ser competitivos, salir airosos en el salvaje mercado
internacional, decían.
Pero una cosa es escribir en los papeles
y otra muy diferente son los condicionantes que impone la práctica
gubernamental. Esta última exige habilidad, tacto, sinuosidad y
localizar el momento adecuado para que la respuesta social no termine en
una explosión incontrolable y de consecuencias imprevisibles. Por otra
parte, los asalariados todavía poseen el derecho al voto. Por ello, el
control de la orientación de los comicios también forma parte del
complejo engranaje del sistema, cuyo mantenimiento es preciso atender
cuidadosamente. De ahí que los dos últimos gobiernos hayan venido
dosificando su ofensiva antisalarial, marcándose objetivos por etapas,
atendiendo a las conveniencias que aconseje el instante político.
Leer artículo completo,"Las argucias ocultas del nuevo Plan Prepara", publicado en Canarias-semanal.com
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