Cualquier persona que se detenga a pensar cinco minutos entiende que el hambre que sufren muchos obreros no se debe a la escasez sino a que los explotadores acaparan los alimentos en sus almacenes poniéndolos a la venta a precios inalcanzables. Es decir, la industria de la alimentación en manos privadas es incapaz de satisfacer las necesidades de los trabajadores, tan solo sirve para el lucro de la burguesía. Naturalmente comerciar sobre nuestra hambre está protegido por la ley, así como la ley protege los desahucios, los despidos, las privatizaciones de la sanidad y la educación, es decir, todo lo que beneficie a la burguesía, pues el derecho en un régimen burgués, fundamentalmente, gira en torno a la defensa de la propiedad privada. Discutir sobre la legalidad de una expropiación proletaria es tan ridículo como pedir permiso a la burguesía para construir el socialismo. Para un burgués expropiar alimentos en un supermercado es un pecado capital sencillamente porque va en contra de sus intereses, de ahí que se pongan como fieras y dediquen horas y horas a lanzar sermones en televisión sobre lo bueno que es ser un pobre honrado que se alimenta de la caritativa mano de la iglesia o de los no menos caritativos cubos de basura, las dos principales salidas que brindan en este maravilloso Estado social y de derecho, y que no deja de ser uno de los métodos que utilizan los explotadores para controlar y mantener mansa a la clase obrera.
Fuente: elcaminodehierro
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