La solución es muy sencilla. Los beneficios de una empresa se calculan sobre el papel, sumando todos los ingresos obtenidos y restándole todos los gastos. Pero estas cifras pueden manipularse y maquillarse de formas muy diferentes, de manera que se puede influir en el resultado de las cuentas (normalmente no por mucho tiempo, pues los problemas acaban saliendo a la luz tarde o temprano). Al fin y al cabo, el beneficio de una empresa es una construcción económica realizada por la mano del hombre. Dependiendo de cómo se calculen los beneficios, los resultados serán unos u otros.
El caso de los bancos hoy día es muy llamativo. Estos bancos poseen actualmente una cantidad muy elevada de activos tóxicos. Un activo tóxico es un título que posee el banco y que viene recogido con un determinado valor, pero que en la práctica su valor verdadero es mucho más bajo, o incluso nulo. Un ejemplo de un activo tóxico es un préstamo que otorgó un banco y que no va a poder recuperar debido a la insolvencia de la persona que pidió el préstamo. En las cuentas del banco aparece que el banco recuperará, por ejemplo, los 10.000 euros que prestó, y por lo tanto viene recogido como riqueza que posee (poseerá). Sin embargo, si la persona que pidió el préstamo no puede devolver esa cantidad, el banco posee esos 10.000 euros sólo sobre el papel; porque supone que los recuperará algún día, pero en realidad nunca los va a poder recuperar.
Lo mismo ocurre con las viviendas que poseen los bancos. Ésta vienen recogidas en las cuentas por su valor de tasación; pero si quisieran venderlas, deberían hacerlo a un precio muchísimo menor porque ya nadie está dispuesto a pagar tanto como en los años de la burbuja inmobiliaria. Imaginemos que el valor de tasación de una vivienda en propiedad de un banco es de 100.000 euros. Ésa será la cantidad que anota el banco en su balance. Pero nadie está dispuesto a comprar la vivienda a ese precio. Supongamos que sólo estarían dispuestos a comprársela por 70.000 euros. Si la transacción se realizase, el banco tendría que asumir pérdidas por valor de 30.000 euros (70.000 € – 100.000 €).
Eso sí, mientras el banco no venda el piso, nunca anotará las pérdidas; porque por el momento, el piso es suyo y lo valora a un precio artificialmente elevado.
Según algunos cálculos, la banca española aún tiene que realizar saneamientos por valor de 60.000 millones de euros ligados a la burbuja inmobiliaria. Pero esto es sólo una parte del total de activos tóxicos que mantiene la banca española. El total es muy difícil de conocer, pero los cálculos oscilan entre 100.000 y 200.000 millones de euros.
Por eso sobre el papel los bancos parecen ir viento en popa. Porque todavía no han reconocido las pérdidas que deberían reconocer. Si las reconocieran, su situación sería muy diferente.
Así las cosas, el “banco malo” sería una entidad pública que con dinero público compraría esos activos tóxicos. El precio al que debería comprar los activos puede diferir:
- El “banco malo” podría comprar los activos tóxicos a sus precios de libro (al valor artificial), y por lo tanto, los bancos nunca anotarían pérdidas, sino que las pérdidas serían para las finanzas públicas. En la práctica el Estado estaría pagando todos los platos rotos de los bancos. Con una enorme cantidad de dinero público se estaría aliviando la mala situación de los bancos
- El “banco malo” también podría comprar esos activos tóxicos a sus precios de mercado, y entonces los bancos tendrían que reconocer sus pérdidas. El Estado pagaría, pero menos cantidad que en el anterior caso. Los bancos reconocerían pérdidas pero a cambio de ello mejorarían su imagen y se ganarían la confianza de otros organismos financieros internacionales, con lo que mejorarían su actuación en el mercado. Se argumenta que de esta manera los bancos tendrían más facilidad de crédito y por lo tanto podrían conceder más préstamos a familias y empresas.
Fuente: Saque de esquina