El pensador portugués Boaventura de Sousa Santos distingue varias clases de fascismo social, de los cuales el más atroz es el fascismo financiero. El cártel de los llamados mercados resultas ser el más pluralista en el sentido de que los flujos de capital son el resultado de las decisiones de millones de inversores individuales y corporativos esparcidos por todo el mundo cuyo objetivo común único es el de maximizar los beneficios. Es el fascismo más cruel, puesto que su espacio-tiempo basado en lo instántaneo y su carácter desregulado resultan ajenos a cualquier deliberación demócratica y debilita en cuestión de segundos, la economía real o la estabilidad política de cualquier país. La crueldad del fascismo financiero consiste en que se ha convertido en el modelo y el criterio operativo de las instituciones de regulación global: las agencias de calificación, el FMI y los Bancos Centrales.
Este fascismo financiero ha conseguido en muy pocos años que la propiedad de los medios de comunicación de masas hegemónicos hayan pasado a manos de las corporaciones más poderosas, configurando un espacio comunicativo manipulador y desinformador. Al mismo tiempo, todos los partidos políticos sistémicos y, especialmente, las dos grandes familias políticas europeas (socialdemocracia y democracia cristiana) se encuentran secuestradas ideológica y financieramente por esos poderes. Las puertas giratorias entre poder político y económico completan el circulo vicioso de este tiempo aciago que nos toca.
Fuente: "Sociología jurídica crítica"
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