En esta nueva emisión de Libertad Constituyente TV han intervenido los repúblicos Daniel Sancho y Pedro Gallego.
Cómo seducir a un independentista en cinco pasos
1. Abstenerse de competir con ellos
El nacionalismo catalán es contradictorio. Se vende a sí mismo como “burgués, de clase media y comerciante” pero abomina del libre mercado tanto como cualquier diputado de Podemos.
Véanse por ejemplo los aspavientos de indignación del nacionalismo
cuando algún osado insinúa la posibilidad de liberalizar los horarios
comerciales en la comunidad. Ni los linces están tan protegidos en España como los tenderos locales ineficientes en Cataluña.
Y eso es algo que no tendría mayor trascendencia más allá del reino de taifas catalán si no fuera por la
molesta manía de los Gobiernos españoles de acudir al rescate de
cualquier sector empresarial catalán amenazado por la pujante
competencia de las otras regiones españolas. “El Gobierno
impide que Extremadura dedique más hectáreas al cava hasta 2020”, decían
los diarios españoles hace apenas un mes.
Los privilegios comerciales catalanes (y vascos), esa rémora antiliberal que ha frenado históricamente el desarrollo económico del resto de España, no son cosa reciente. Esto decía Stendhal, ese francés franquista,
ya en 1838: “Estos señores quieren leyes justas, a excepción de la ley
de aduana, que se debe hacer a su gusto. Los catalanes piden que todo
español que hace uso de telas de algodón pague cuatro francos al año,
por el solo hecho de existir Cataluña. Por ejemplo, es necesario que el
español de Granada, de La Coruña o de Málaga no compre los productos
británicos de algodón, que son excelentes y que cuestan un franco la
unidad, pero que utilice los productos de algodón de Cataluña, muy inferiores, y que cuestan tres francos la unidad”.
2. Reconocer sumisamente su innata superioridad
No contentos con gozar de un proteccionismo comercial impropio de una democracia liberal moderna,
los nacionalistas necesitan oír continuamente, a todas horas, que son
mejores que el resto de los españoles. Porque los catalanes, como dijo
un gran pensador gallego, "hacen cosas". Cosas intrínsecamente mejores
que las que hacen, sin ir más lejos, los gallegos. Y esas cosas no son mejores por ser mejores, sino por ser catalanas.
Nadie ha hecho más por fomentar el complejo de superioridad nacionalista catalán que esos españoles que
creen que los catalanes son más trabajadores, sensatos, moderados,
democráticos, modernos, elegantes y de diseño que el resto de los
españoles. Pero ese es otro tema. (Sigue)
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