LIBERTAD CONSTITUYENTE !YA! Mientras no exista REPRESENTACIÓN ni SEPARACIÓN DE PODERES, los partidos políticos controlarán la nación española. El Pacto y el consenso es el enemigo número uno de la libertad política.
Porque la libertad no se otorga ni adviene, se conquista. MCRC por la República Constitucional.
miércoles, 4 de enero de 2017
Pactos de Estado corruptos
En el programa de hoy se han analizado las noticias nacionales e internacionales. Han intervenido Pedro M. González, Agustín López y Antonio García Trevijano. Han estado presentes Aysha y José Alberto. En la parte técnica ha colaborado Isabel Valero.
El hombre enfermedad del hombre, decía Nietzsche. El hombre de
partido en una sociedad política estatalizada, patología de una sociedad
civil inerme ante la opresión, incompetencia y corrupción inherentes a
la Monarquía de partidos. Jung en su libro “Presente y porvenir”,
afirmaba que el Estado moderno manejado por algunos individuos sin
escrúpulos, podría conducir a una situación o forma de sociedad
primitiva, sometida a la autocracia de un jefe o de una oligarquía
todopoderosa. El desquiciamiento civil de los partidos políticos que
se han enquistado en el Estado, se manifiesta con toda crudeza en el
templo donde se rinde culto a la ficticia soberanía popular, mientras se
evidencia la realidad partidocrática. Los votantes han refrendado el
poder constituido manteniendo su distribución interna entre los
partidos. El jefe del partido estatal secundario, aboga por el
paroxismo del consenso: “Los pactos de Estado deben ser entre ustedes y
nosotros” aunque “mejor que estén todos”. El jefe del partido
gubernamental se vanagloria de la impoluta trayectoria del PSOE que “ha
estado en todos los consensos de Estado en estos treinta años”,
remontándose a la fuente de la infección: “El gran pacto de Estado es el
Constitucional”. Esta regresión estatal, de la que los españoles no
estaban inmunizados en la transición, tuvo lugar en la postguerra. La
superpotencia que tras derrotar al totalitarismo, desplegó sus fuerzas
de ocupación en la Europa occidental, recurrió a las ajadas hojas de
servicios que habían prestado, entre otros, los fracasados Adenauer o De
Gasperi, para reconvertir el Estado de partido único en Estado de
partidos. Con este golpe de mano constitucional, se destruye el carácter
representativo que suponía el parlamentarismo. Los estados europeos sin
división de poderes nunca fueron democráticos, ahora tampoco son
liberales. En el Congreso no hay discusión política, porque se ha
sustituido por la unísona palabra del poder. El deseo irreprimible de
entregarse al pactismo, para volver a integrarse en la paz sin problemas
de la materia estatal de la que proceden todos los políticos del
régimen, revela una tendencia “thanática”, como diría Freud. El consenso
es el permanente suicidio de la política al que asiste impasible la
sociedad civil.
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