La desigualdad de ingresos ha aumentado en todo el mundo mientras las
economías intentaban recuperarse tras la crisis financiera. Según un
reciente informe de Oxfam, el 1 % de la población mundial acapara una
riqueza de 110 billones de dólares, y las 85 personas más ricas del
mundo poseen la misma riqueza que la mitad de la población.
El
Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido de que en las últimas
tres décadas la brecha entre ricos y pobres ha crecido en casi todos los
países. Según una investigación de este mismo organismo, la desigualdad
de ingresos supone, además de una injusticia social, un lastre para las
cifras macroeconómicas.
La desigualdad puede llevar a un crecimiento más lento o menos sostenible, mientras que una distribución moderada del ingreso puede ayudar a la economía. Organizaciones de desarrollo internacional como Oxfam han argumentado durante mucho tiempo que la gobernanza económica internacional debe abordar las crecientes brechas entre ricos y pobres y dejar de alentar un bajo gasto público. Algunas voces incluso señalan la desigualdad como la culpable en la sombra de la crisis económica mundial, al alentar el crédito por parte de personas que querían mantener su nivel de vida.
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