El consumismo es la
tendencia de comprar bienes que no necesitamos realmente sin moderación alguna.
No es nada nuevo, este fenómeno comenzó en el siglo XVIII, con la revolución
industrial, y se acentuó especialmente a partir de principios del siglo XX.
Desde entonces nuestras vidas se han regido por la idea de que todo es
imprescindible. 'Lo innecesario os es imprescindible', escribía El
Roto en una genial viñeta publicada las Navidades de 2005.
Sin embargo, cada día los
consumidores tenemos más información acerca de los procesos de producción:
dónde se fabrica el producto, en qué condiciones laborales operan sus
trabajadores, qué tipo de ingredientes lleva un alimento, si éstos son nocivos
para la salud, cuánto contamina un proceso de fabricación, etc. Este
conocimiento más profundo de todo lo que acarrea el consumo de un determinado
producto y la explotación de esta información, especialmente por parte de
grupos ecologistas y grupos defensores de los derechos humanos, nos ha
provocado a muchos consumidores un sentimiento de culpa cuando sucumbimos a la
tentación de comprar algo que realmente no necesitamos.
Nos sentimos
bien con nosotros mismos cuando vivimos de acuerdo a unos valores establecidos
por la sociedad. Y cada vez más personas nos damos cuenta de que nuestros
impulsos consumistas de determinados productos repercuten a veces negativamente
en el medio ambiente o en otras personas y van en contra de nuestros valores. Comprando o regalando productos respetuosos con el medio ambiente, por cercanía y sostenibilidad en su producción y que además no haya utilizado mano de obra infantil ni precaria en su elaboración, contribuyes de manera activa a crear un comercio más justo y un mundo mejor para tod@s.
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