No habían pasado ni veinticuatro horas del cierre de las urnas en
Italia cuando Angela Merkel dictó lo que hay que seguir haciendo allí.
El portavoz de su partido afirmó que sea cual sea el gobierno que se
forme sólo admitirá un camino a seguir, el de las reformas de Monti. Y
su ministro de Economía ha reiterado que no hay más alternativas que las
medidas que llevaba a cabo el presidente-banquero que ahora acaba de
perder estrepitosamente las elecciones.
No hay forma más clara de señalar que lo que hayan dicho los
ciudadanos a través del voto le importa un rábano a quienes hoy día han
convertido Europa en una dictadura de facto.
En Europa se está desmantelando la democracia y es lógico que esto
esté ocurriendo. Es la única manera que tienen las autoridades de
garantizar que se puedan seguir aplicando políticas cuyo fracaso es
indisimulable si no es para beneficiar a una minoría muy poderosa que
vive de un modelo social muy desigual e injusto.
El informe de invierno que hace unos días presentó el comisario de
Economía, Olli Rehn, demuestra claramente que los resultados de las
políticas que se vienen imponiendo son totalmente distintos a los que
dijeron que se iban a conseguir cuando las anunciaban como nuestra
salvación. Todo es al revés de como habían previsto: el crecimiento es
menor, el paro ha aumentado, los bancos no financian, las empresas
siguen cerrando, el déficit y la deuda crecen y en lugar de recuperarse,
la economía europea entra en recesión.
Los daños sociales que esto ocasiona aumentan en todos los países sin
excepción. Los indicadores que Eurostat, la oficina de estadística
europea, ha presentado esta semana muestran que ya casi uno de cada
cuatro europeos (24,2%) y un 27% de los jóvenes menores de 18 años está
en riesgo de pobreza o exclusión social. Porcentajes que son
terriblemente más altos en algunos países de la Unión, como Bulgaria
(49,1 y 51,8%), donde la gente en la calle acaba de derribar al
gobierno. Y que alcanzan proporciones siderales cuando se dan en
familias de bajos niveles de estudios. En este caso, el porcentaje de
menores de 18 años en riesgo de pobreza monetaria en el conjunto de la
Unión es del 49,2%, y del 76.2% en Chequia o del 78.3% en Rumanía.
Incluso en países que siempre habíamos considerado la vanguardia del
progreso está empezando a ser desorbitada la pobreza infantil y juvenil
en familias con bajo nivel de estudios: 54.4% en Suecia, 52.5% en
Francia o 55.1% en Alemania . Lo único que avanza en Europa es la
concentración de la renta y el peso de las rentas del capital en el
conjunto de los ingresos.
Y el problema mayor que todo esto está produciendo es que el deterioro
económico está dejando de ser coyuntural. Estamos a punto de cruzar una
frontera a partir de la cual los daños, en forma de destrucción de
tejido empresarial, de empleo, de innovación y de capital físico,
social, investigador y humano para la inversión futura, serán
irreversibles. Por eso es dramático que los líderes europeos se cierren
en banda ante cualquier atisbo de reforma que no sean las que ellos
pregonan como representantes de los grandes capitales, cuyos negocios
ayudan a gestionar ya sea en el ámbito público o en el privado a través
de las puertas giratorias que tan bien funcionan bajo su mandato.
Alemania está cometiendo con Europa el mismo error que cometieron con
ella los países europeos que la vencieron en la Primera guerra mundial.
Entonces, se le impuso una política de reparaciones que creó el demonio
que años más tarde incendió a todo el continente y ahora los alemanes se
empeñan en imponer una política de austeridad que no solo es injusta y
torpe sino que es imposible que pueda ser exitosa. De nuevo prenden
fuego a Europa. Sigue aquí
Fuente: Artículo "Dictadura en Europa" de Juan Torres López
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