La jornada del 15 de Octubre reunió a una cifra mucho más elevada de «indignados» de la jamás se pudo imaginar. En total, 80 ciudades españolas y 951 de todo el planeta —exactamente, de 82 países— secundaron el llamamiento a salir a la calle en la jornada de protesta, fecha que quedará marcada en la historia como el día en que los pueblos del mundo hablaron todos al unísono y en una sola voz como una contestación al actual sistema que maltrata al ser humano y lo sitúa por debajo del dinero. La lucha de una sociedad más despierta que plantea la superación positiva de la sociedad capitalista, encabezada por los jóvenes, golpeados por el paro y la precariedad, familias desahuciadas, y toda la gente que se siente excluida, marginada o indignada por un sistema que no le representa ni le legitima para tomar decisiones de gran trascendencia. Un sistema que agrede y golpea la dignidad de las personas y actúa a los caprichos de los mercados.
Una manifestación pacífica y serena, y en la que yo participe, fué la de Bilbao, en la cual se reflejo el sentir del pueblo frente a las injusticias de los poderes financieros, y unos políticos que no prestan atención a los problemas reales de sus ciudadanos. Unas protestas que reivindican que está crisis, que no hemos generado nosotros, no sea pagada por el pueblo en forma de recortes y agresiones a los derechos sociales de las personas. En ella se corearon lemas como: "Que no nos representan", ¨No es una crisis, es un atraco", o "La dignidad no cotiza en bolsa", entre otros.
Unos derechos que unen a los pueblos del mundo en dignidad y humanidad, una reclamación e indignación global que seguirá activa hasta que exista una justicia social que incluya a tod@s y que no excluya a nadie.
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