
En esas condiciones, el reto que tiene el Movimiento 15-M es enorme, ya que, una vez convertido en nuevo actor de referencia en la escena política, deberá ahora ir contagiando de su “espíritu” rebelde a otros movimientos y organizaciones sociales, como ya está ocurriendo en la enseñanza, buscando evitar falsas polarizaciones y reforzando su autoorganización y coordinación desde los barrios, pueblos y ciudades. De esta forma podremos aspirar a restar legitimidad a la muy probable victoria electoral del PP para luego, a partir del 21 de noviembre, ir construyendo un amplio bloque social dispuesto a desobedecer a sus políticas y a sentar las bases de una nueva legitimidad que apueste por una “segunda transición”, esta vez de ruptura desde la izquierda, más necesaria si cabe tras el reciente “golpe de los mercados”.

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