Conferencia impartida por D. Alberto Buela Lamas El sentido metapolítico del español.
Es sabido que el uso y manejo de los
términos y las palabras encierra la forma de expresar un pensamiento o
un sentimiento, que, al final, determina una forma de ser y vivir. Es
por ello que afirma el adagio: quien no vive como piensa termina pensando como vive. Esta identidad entre ser y pensar que exige la sana ética es la que viene a transformar hoy la guerra semántica.
Si los medios masivos de comunicación, y
los periodistas a su servicio, se han transformado en los nuevos
filósofos de la sociedad de consumo, en los que hacen el discurso de la
sociedad en su conjunto, nos imponen los términos y las designaciones
nosotros, el pueblo llano, estamos soportando una agresión semántica.
Así cuando nos hablan de pent house en lugar de ático; de Estado
Islámico en lugar de Daesh, como los buenos árabes lo designan; de
libertad de vientres en lugar de aborto; de hombre de color en lugar de
negro; de no vidente en lugar de ciego; de abusador en lugar de
violador; de hombre y mujer en lugar de varón y mujer; de email en lugar
de correo electrónico; de parking en lugar de estacionamiento y de
miles y miles de términos trastocados y malversados, podemos afirmar que
estamos padeciendo una guerra semántica.
El gran poeta Leopoldo Marchal afirmó: no olvides que cuando se elige un nombre, se elige un destino. Y
esto se aplica no solo a los nombres de personas sino para la
designación de las cosas y las situaciones, sean políticas o personales.
Hoy desapareció como por arte de magia el
término revolución en los discursos políticos; la palabra gente
reemplazó a la de pueblo y género reemplazó a mujer. Las palabras
generadores en el uso y comprensión de texto han sido reducidas de 80 a
15 por sugerencia de un educador famoso como Paulo Freire con lo cual
estamos produciendo semi analfabetos.
Aristóteles define al hombre por la palabra: el animal que ejerce la palabra. Pues
por ella nosotros sabemos quiénes somos y qué son las cosas. La palabra
nos revela a nosotros mismos (el psicoanálisis, la confesión) y nos
revela el mundo exterior, la naturaleza de las cosas que conocemos a
través de la definición. Pues definir es delimitar algo en lo que es.
La palabra abre un mundo y, al mismo
tiempo, limita ese mundo cuando lo hace comprensible. Esta es la riqueza
que nos viene a robar la guerra semántica que padecemos.
Esta guerra semántica tiene un antecedente ilustre que fue Federico Nietzsche cuando afirmó que: no existen hechos, sino interpretaciones. Porque negó la existencia de alguna verdad o conocimiento permanente o indubitable ya que todo depende de aquel que interpreta.
Al negarle a la palabra la capacidad de designar caemos en un relativismo nihilista en donde todo se mide, como dice el refrán, de acuerdo al cristal con que se mire.
Es por eso que un filósofo como Hans Gadamer le respondió: la hermenéutica es no creer en ninguna traducción sino en interpretar la palabra viva. Así
en la recuperación del uso genuino de las palabras y de los términos
estará la tarea de todos aquellos que no quieran ser reducidos de
hombres a homúnculos en esta guerra semántica.
Alberto Buela Lamas
(Argentina, 1946). Filósofo, profesor universitario, autor de numerosas
publicaciones. Desde el año 2012, presenta el popular programa semanal
de televisión “Filosofía del disenso y metapolítica” (www.canaltlv1.com), con reportajes y entrevistas a filósofos argentinos y americanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario