En el sistema de listas, los electores votan por impulso incontrolado
del corazón, por sentimiento de debilidad del alma infantil de los
adultos, por propensión de la inseguridad moral a integrarse en la
seguridad civil de una gran familia política. No por un acto de razón o
entendimiento. A esta pasión de votar nada la detiene. Ni la falsedad de
un sistema que no representa a los electores, ni la traición de los
partidos a los ideales de su fundación, ni los crímenes de los jefes de
la familia elegida. Si se votan partidos, en lugar de personas, no hay
posibilidad de recambio. Por eso, el PSOE conserva tantos votos a pesar
de sus desmanes. Y el PP tendrá los de los ilusos que creyeron en sus
promesas de ayuda a la justicia y reforma institucional. Los que podrían
cambiar este modo infantil de votar nunca lo harán. Viven algo más que
aferrados a él. Para acabar con su hábito de vivir enquistados en el
Estado, y devolverlos a la sociedad, sólo hay un medio legítimo:
ilegitimarlos con una Gran Abstención. Nadie de principios, y consciente
de la degeneración que supone, votaría listas de partido. Pero, cegado
por la pasión de votar, lo hace creyendo que cumple un deber cívico. ¡Un
deber contra la conciencia personal y el derecho político de
abstenerse!
Como en la última fase de la dictadura también se votaba, pudiendo no
hacerlo sin riesgo, pensé que la pasión de votar se inspiraba en un
sentimiento del deber derivado de otra pasión más profunda. En concreto,
la pasión de obedecer. Por eso me atraían las ideas que basaban la
división partidista de las masas en una cuestión de temperamento
genético (Halifax, Macaulay), propensión social a la obediencia (Rûhmer,
teoría liberal de los partidos o inclinaciones políticas (Lowell).
Pero, reflexionando sobre las pasiones españolas que han permitido
llevar a cabo la transición, desde la Dictadura de un partido a la
Oligarquía de varios, pude caer en la cuenta de que, junto a la habitual
pasión de obedecer, tan cultivada en nuestra historia reciente, han
debido operar las pasiones que comunican a los espíritus pobres o
lúdicos la grata sensación de estar determinando, con su entrega a las
corrientes gregarias o a la individualidad del azar, el orden de la
sociedad o de la naturaleza. (Sigue en diariorc "La pasión de votar" por Antonio García-Trevijano)
Explicamos someramente pero de forma clara las graves consecuencias
de ir a votar en un sistema electoral no representativo como el actual
en España. Aún así, intentamos explicar, mediante la reflexión de
García-Trevijano, qué lleva al gobernado a votar de forma pasional,
irreflexiva.
Nuestros fundamentos de Radio Libertad Constituyente, Presenta: Manuel Ramos
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