
Se calcula que después de la Primera Guerra del Golfo Estados Unidos dejó 320 toneladas de uranio empobrecido en el campo de batalla, que seguiran contaminando con radioactividad el paisaje y a la población iraquí durante muchos años. Los estadounidenses se han apresurado a negar la evidencia, quitando importancia a la guerra, que achacan a un tremendo error, y dejándola fuera de los libros de historia. Como en Japón, Vietnam y en otras tantas naciones del mundo, la negación colectiva se ha convertido en el mejor aliado del imperio de la muerte.
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