
Se trata de incluir en los alimentos información del nivel de emisiones de CO2 que conlleva la producción, transporte hacia el comercio, conservación, venta y preparación del alimento, es decir la huella de carbono que ha dejado en el planeta. La etiqueta de CO2 haría más responsable la compra del producto, siendo conscientes del impacto medioambiental que genera dicho alimento en su ciclo de vida. Esta etiqueta ecológica es todavía opcional para las compañías alimentarias pero Holanda y Suecia parecen dispuestas a llevarla a la práctica.
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