martes, 17 de marzo de 2020

El fraude de la Seguridad Social



Manuel Llamas nos explica cómo el Estado nos impide ser millonarios cuando lleguemos a la edad de jubilación a base de obligarnos a pagar cotizaciones a un sistema de pensiones públicas quebrado y sin solución de continuidad. 

Tras conocer cómo actuaba el mago de las mentiras, cualquier persona con un mínimo de empatía y sentido común concluirá que la estafa de Bernie Madoff es una “golfada” inaceptable y que sus artífices tenían que ser castigados con todo el peso de la Ley. Pero si a esas mismas personas les preguntamos, dentro de un planteamiento ético y moral, por el Sistema Público de Pensiones, la cosa cambia. Excepto dignas y gracias a Dios cada vez más excepciones, la mayoría de personas valorarán positivamente el esfuerzo que hoy día hace el común de los ciudadanos por mantener dicho sistema, y colocarán al sacrosanto estado como garante y salvaguarda de los ahorros de los ciudadanos.

 
El sistema público de pensiones funciona exactamente igual que la estafa perpetrada por Madoff. Capta a partícipes (o mejor dicho, los obliga), para aportar un dinero con el cual pagar a antiguos partícipes. El esquema  es un reloj cuando por algún medio la base se hace ancha y la cúspide se estrecha, pero se vierte en insostenible cuando el sistema ya no es capaz de incorporar nuevos participantes para poder pagar a los antiguos.

Evolución de la pirámide de población en España
Por ejemplo, en el caso de las pensiones públicas, una demografía dinámica, con altos índices de natalidad y una esperanza de vida baja hará que el sistema, más allá de planteamientos éticos, sea sostenible. Pero cuando la situación es la contraria y las personas empiezan a aportar cada vez más tarde y a percibir en mayor número y con una mortalidad cada vez más reducida, el fracaso está asegurado.

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