Los adjetivos “anarquista” y “libertario” son en castellano sinónimos
casi perfectos. Forzando una distinción terminológica podría
considerarse que un militante anarquista es alguien que ha leído a
Bakunin, Kropotkin y Malatesta (los “clásicos”), y se adhiere a las
ideas que se proponen en los libros. A Carlos Taibo le interesa más, sin
embargo, las connotaciones del adjetivo libertario, atribuible a las
personas que habiendo leído o no a los “clásicos”, se comprometen en la
vida cotidiana con las ideas de autogestión, democracia directa y apoyo
mutuo. “En los últimos años se ha producido un visible auge de las
prácticas libertarias, no necesariamente acompañado por un auge de las
organizaciones anarquistas”, explica el profesor de la Universidad
Autónoma de Madrid.
El colapso del capitalismo acecha, parece ineluctable en sus dinámicas
homicidas, y únicamente se atisba la oportunidad de mitigar algunos de
los efectos más negativos. Postergar algo en el tiempo la hecatombe
final. ¿Cómo van a reaccionar muchos de los habitantes de una sociedad
como la nuestra, cuando verifiquen esta realidad? ¿Cuál será el
mecanismo de respuesta principal? ¿El sálvese quien pueda, o el
renacimiento de la lógica de la cooperación, la solidaridad y el apoyo
mutuo? La segunda opción alimenta la esperanza, a juicio de Carlos
Taibo: “Remite a la conciencia de que tenemos que salir con urgencia
del capitalismo”. Por eso, agrega, la batalla no está perdida. Si lo
parece es porque “lo queramos o no, la lógica de la cosmovisión
neoliberal influye poderosamente en nuestra cabeza, y nos hace pensar
que el ser humano es un animal competitivo entregado a la cultura del
codazo”.
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