El eufemismo, la atenuación y la exageración, el defender premisas contradictorias, se han normalizado en el repertorio retórico derechista: Rajoy afirma que hará “cualquier cosa que sea necesaria, aunque no me guste y aunque haya dicho que no la iba a hacer”. La reducción de profesores interinos “no se puede plantear en términos de despidos —alega el ministro Wert—, sino de no renovación de contratos”. Beteta generaliza burdamente: los funcionarios “deben olvidarse de tomar el cafelito, deben olvidarse de leer el periódico”.
e) La construcción de marcos de sentido.
La acción del gobierno de Zapatero era tachada de improvisada, mendaz e insensata. Establecido ese marco, cualquier medida gubernamental corroboraba la imputación general y así se lograba una incontrovertibilidad que desconocen las fórmulas dialogantes. En el espacio público se tiene más poder cuando se controla el marco de lo decible y discutible. La derecha es magistral utilizando esta estrategia, pero tras una prolongada degeneración de la vida pública, de la que el PSOE es corresponsable, se ha consolidado una visión consensual indistinta de la lógica del sistema: no hay más que una realidad y ninguna opción para interpretarla.
f) Una táctica de “orquestación”. La reiteración machacona
de una consigna (y no de un argumento, como sugiere la equívoca noción
de “argumentario”) a varias voces, en momentos y lugares distintos, es
habitual: “los interinos han entrado a dedo”, “los sindicatos viven de
las subvenciones”, “los profesores trabajan poco”, etcétera. “Lo que
digo tres veces es verdad”, afirmaba el Bellman de Lewis Carroll. La
derecha saca partido de esa “performatividad” que rige la economía de
los enunciados públicos: cuando un comportamiento es reiteradamente
reputado de normal, se tiende a normalizarlo; o a estigmatizarlo, si se
le ha tildado repetidamente de anómalo.
g) La fijación de estos mecanismos gracias al poder amplificador de los media.
Los medios funcionan como laboratorios discursivos que difunden las
nuevas expresiones y consignas, y los asesores preparan declaraciones
inmediatamente traducibles a un titular. Inversamente proporcional al
impacto de estos mensajes resulta la capacidad de contestarlos: los
análisis críticos se disuelven en un aluvión de artículos, columnas y
editoriales que logran una difusión e influencia mucho menor.
h) La moralización del discurso público. Las “personas normales, sensatas…, españoles de bien” a que apela Rajoy
son indudablemente de derechas. Cuando encubre su integrismo moral la
derecha incurre en la paradoja política: Ruiz Gallardón pretende asumir
la defensa de los derechos de las mujeres y la lucha contra la
“violencia estructural” que padecen con una contrarreforma de la ley de
aborto limitadora de derechos y que refuerza la violencia legal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario